LAO TSE, y su Visión rebelde de la Vida y del Amor
(Parte 4)
Las 81 Tablas del Tao Te King
“La Iniciación Taoísta”
por Aon - Alejandro Nepote
Tabla Nº 20 “La utilidad de lo inútil”
Esta Tabla es la número veinte, y
dice lo siguiente:
“Elimina la erudición, el conocimiento superficial,
entonces, las vejaciones del ¨¡ah, qué bueno! y ¡oh, qué malo!¨ desaparecerán.
¿Cuál es la diferencia entre el correcto e incorrecto?
Todos tienen muchos objetivos que realizar, yo ninguno.
Ni siquiera siento placer o afición por las cosas a las que
están dedicadas las mayorías de las personas.
Todos deslumbran por su inteligencia, yo soy como un
profano con muy poca luz, que transita por la vida simplemente, sin entender
nada del mundo.
Todos desempeñan en el medio social, roles fundamentales;
yo soy un inútil e incapaz que nada entiende.
Todos creen ser alguien importante, yo no soy nadie.
Todos parecen llenos, en cambio yo, parezco hueco.
Soy diferente de la masa, no porque yo lo diga, dicen que
difiero en casi todos los aspectos... pero vivo sin hundirme, como espuma sobre
la marea, observando las nubes y el sol, escuchando el canto de los pájaros.
Vivo en diálogo perpetuo con el viento y con el silencio,
centralizado en la totalidad del vacío.
Y mientras todos se internan en un mundo artificial, yo no
sigo nada de ello de modo natural.
Todos viven a la espera de abundancia, yo no tengo nada,
pero soy feliz porque sigo el Tao...”
¡Qué filosofía tan rara y extraña es ésta!
Mientras la mayoría anhela destacarse y sobresalir en algo,
Lao Tse propone pasar desapercibido, como una caña de bambú en medio de un gran
cañaveral, como un guijarro arenoso en una inmensa playa rocosa. ¡Qué filosofía
más polémica ésta!, porque estamos acostumbrados a un estilo de vida tan
competitivo, donde el querer demostrar cuánto más inteligente que los demás
somos se ha vuelto lo principal. De muchas maneras buscamos sobresalir, algunos
por lo excéntrico de su conducta, otros por lo cultivado, incluso por lo
equilibrado; algunos también buscan sobresalir por la intolerancia, la
brutalidad o la torpeza. El mecanismo de la mente humana a veces es tan
sorprendente, que cuesta comprenderlo.
La competencia se ha vuelto tan evidente en algunos campos
comerciales, como sutil en los ámbitos espirituales. Directa o indirectamente,
el ego del hombre se alimenta de la competencia. Lao Tse, en cambio, nos empuja
al reconocimiento de lo tan pobres que somos, y nos recomienda entender la
filosofía de la no-utilidad como un camino de vida más auténtico o más útil que
la misma utilidad.
¡Qué filosofía tan rara ésta!
Pero si puede ser comprendida, entonces podrá conocerse lo
que es estar verdaderamente en paz. Porque ya no serían determinantes las
apariencias.
Lao Tse tuvo un amigo, Yin Hsi, que durante mucho tiempo se
había cuestionado inquietantemente su forma de ser.
Se preguntaba por qué debía ser así y no de otra manera. Se
preguntaba por qué sentía lo que sentía, y por qué pensaba como lo hacía y no
de otra manera; hasta que conoció a Lao Tse, a partir de ese momento, no se
cuestionó más su conducta ni su sentimiento. Y esto no sucedió hasta después de
su adolescencia. Comenzó a aceptarse, porque ya no estaba tan solo como creía.
Su vivencia comenzaba a ser compartida. Dejó de anhelar modelos establecidos y
se dedicó a ser naturalmente lo lindo y lo feo que era. A ser tal cual,
auténtico.
Con Lao Tse aprendió el modo de crecer cada instante y la
manera de rescatar el valor positivo de cada circunstancia, aún, por negativa
que esta fuera.
Lao Tse se refiere a la no-acción y a la no-utilidad, como
el más alto desempeño que todo ser humano pueda alcanzar.
Sí, él elogia la no-utilidad, la no-competencia y valora el
no-conocimiento. La locuacidad es para él un desperdicio de energía, y la
erudición, una prisión camuflada. Tener un objetivo es perderse el resto de la
vida y creer en algo en particular, es mera superstición.
Sin embargo, Lao Tse trabajó durante muchos años en los
archivos del palacio de los Chou, un imperio que se sostuvo durante 873 años, y
su agudeza de pensamiento se distinguió entre los más destacados asesores del
emperador. Es necesario que se entienda bien esto, porque a través de su propia
vida puede comprenderse más exactamente lo que quiso decir con respecto a la
no-acción y a la no-utilidad. Evidentemente Lao Tse lo probó todo y llegó a
esta conclusión.
Lao Tse señala el camino del menor esfuerzo y, aun así,
pocos pueden seguirlo. El dice que esta vía es tan natural, que por ello se
ajustaron la vida y el universo, ¿o puede creerse que ellos hacen algún tipo de
esfuerzo? Pero el ser humano, distanciado de lo natural, sigue esforzándose en
rumbos artificiales, ajenos a su propia Naturaleza.
Bernardo se acercó a Simón, diciéndole:
-Maestro, ¡cuántas verdades conocés!, pero, ¿cómo
seguirlas?
A lo que Simón contestó:
-No son verdades, ni pueden ser conocidas, por lo tanto,
¿qué seguir? Mejor dejá que te sigan, como me siguen a mí. Esta es toda mi
filosofía: No tenés que buscar las verdades porque ya las tenés incorporadas
desde antes de nacer.
Se ha llegado a tal punto de enajenación, que cuando no
podés mantenerte dentro de los cánones sociales, estipulados hace tiempo por
enceguecidos y empedernidos materialistas que planearon dominarte, entrás en
depresión. Porque estos códigos se han arraigado tan profundamente en tu ser,
que cuando comenzás a desprenderte de ellos te sentís decaer, porque sentís que
estás perdiendo algo. Y hasta que no te des cuenta de que este sentimiento no
es otra cosa que una limpieza necesaria que barrer con todo el cúmulo de
desperdicios heredados, no podrás ver la belleza de la vida natural.
Siempre que se caen estructuras producen mucho movimiento
interno, debido a que, falsamente se supone que ellas nos sostienen. Pero es
una ilusión, esas estructuras son ajenas a nuestro ser, e incapaces de
sostenerlo.
En la misma tabla número veinte, Lao Tse pregunta: “¿Cuál
es la diferencia entre lo correcto e incorrecto?” Y responde: “Elimina
la erudición, el conocimiento superficial, entonces, las vejaciones del ¨¡ah,
qué bueno! y ¡oh, qué malo!¨ desaparecerán”. Porque mientras continúe esta
falsa distinción no se podrá saborear lo natural.
Por eso es que él pregona
el no-conocimiento, no la ignorancia, por eso valora la no-utilidad, no
inutilidad, y, por eso alaba la no-acción, no la inacción, porque mediante
ellas se comienza a enderezar esa inclinación hacia la superchería oficialmente
establecida a nivel mundial.
¿O realmente creés que la
vida existencial y el orden cósmico se han manifestado para que puedas ganar
algunas monedas, vestir de moda o alcanzar cierto status? Como bien dice Lao
Tse, abandoná todas esas ideas si en verdad querés vivenciar el sentido
fundamental de tu existencia. De lo contrario, continuá con tus proyectos de
encarnar fielmente el modelo social y, entonces, llegará el momento, quizás
demasiado tarde, en que descubrirás lo absurda que ha sido tal actitud.
En el estado de Sung, cuenta Chuang Tse, hay unas tierras
que pertenecen a la familia de los Ching. Allí crecen en abundancia cedros y
moreras que cubren grandes extensiones de campos. Pero el crecimiento de los
árboles está bien controlado, porque a éstos sólo se les permiten alcanzar
distintos diámetros y determinadas alturas, según la utilización que se les
vaya a dar. Por ejemplo, los más anchos son cortados para la construcción de
jaulas para monos y otras especies, los más largos se cortan para ser empleados
como vigas en la construcción de casas; los más grandes son utilizados para
hacer féretros sin juntura, puesto que así los prefieren la gente adinerada;
los árboles sin nudos, para la confección de muebles, y las ramas son
utilizadas como leños para combatir el frío del invierno; hasta de los tallos y
de las hojas verdes se extraen ciertas esencias resinosas, y las hojas secas se
queman para ahuyentar insectos. Nada queda de estos árboles que son cortados
prematuramente.
Ninguno de estos árboles viven el plazo de años que la
naturaleza les tenía previsto, sino que son talados aun siendo jóvenes. De a
miles son arrancados cada temporada, y nuevos brotes vueltos a plantar en su
reemplazo.
Este es el fin inevitable de todo lo que sirve, de lo que
es útil y de lo que puede ser utilizado.
Pero en el estado de Sung, también existen ciertos árboles
que no son cortados jamás y mueren de viejos. Al preguntársele a los leñadores
el por qué, responden: “No sirven para nada, pues, si con ellos se hicieran
botes se hundirían, si se construyeran féretros se pudrirían, son tan nudosos
que los muebles se romperían y las puertas crujirían, como pilares serían
fácilmente comidos por los gusanos y otros insectos, a la intemperie se
pudrirían, y esta madera es de tan mala calidad que hasta como leño produce
demasiado humo oloroso. A estos árboles no se les puede dar ningún tipo de uso,
no sirven para nada; aun así, cientos de hombres son los que se refugian bajo
su fresca sombra cada día en el verano, y se protegen de las lluvias y el
viento en el invierno año tras años a lo largo de varias generaciones”.
Chi Tse de Nan Po concluyó: “-De hecho, este inmenso
árbol ha de ser muy especial, por eso ha alcanzado la longevidad. Un hombre
espiritual podría seguir su ejemplo de no-utilidad”.
Y Chuang Tse contestó: “-Pero la gente sólo conoce la
utilidad de lo útil y desconoce la utilidad de lo no-útil”.
Esto es lo que trata de hacernos ver Lao Tse: ¨la belleza
de lo no-útil¨. Por eso se define a sí mismo como inútil, y no por el hecho de
que le haya resultado muy difícil hacernos comprender esto.
Y cuando él dice inútil no se refiere al concepto
peyorativo que todo el mundo tiene al respecto, sino que él apunta a algo muy
especial detrás de ello. Sería cuestión de que cada uno hiciera un profundo
análisis acerca de la comprensión que se tiene sobre la utilidad y la
inutilidad.
Qué es útil y qué no lo es. Somos útiles a partir de qué.
Somos útil para quién. ¿Qué significa ser útil desde el punto de vista existencial?,
¿o es que sólo cuenta el punto de vista social? ¿Nos consideramos útiles por lo
que hacemos o por lo que somos?, ya que si nos consideramos útiles por lo que
hacemos seremos atrapados, dice Lao Tse, en cambio, si nos consideramos útiles
por lo que somos podremos vivir libres. La utilidad reside en el no-hacer y ser
simultáneamente.
De aquí que la idea taoísta de no-utilidad, no describe el
sentimiento del individuo que se encuentra capacitado para amar y que ama, ni
tampoco se refiere a esa capacidad de permanecer íntegro en lo natural de la
vida, sino que la idea de Lao Tse está expresamente dirigida al calificativo
común de la gente con respecto a lo que piensa que es útil. Para él, esta
interpretación de utilidad es inútil. Y aquí nada tiene que ver con el
principio de no-utilidad.
La utilidad socialmente aceptada termina consumiéndose a sí
misma, mientras que la no-utilidad es inalterable... Esta es justamente su
inagotable utilidad. Depende de la creatividad.
Si se sabe cómo utilizar esta clave, conociendo el valor de
lo no-útil, la sabiduría que se tendrá de la vida será muy superior a la de
conocer sólo el valor de lo útil.
El capitalismo es la cumbre de la filosofía de la utilidad;
el comunismo también lo es; por eso mismo, estas políticas están destinadas a
fracasar. Si la filosofía taoísta de la no-utilidad pudiera entenderse también
al campo socio-político, el mundo prácticamente se gobernaría solo, es decir,
por la misma gente, por el pueblo, y el Estado no sería otro que la humanidad.
En los sacrificios que antiguamente se efectuaban para
contentar a Yang Tse, el Dios del Río Amarillo, no eran útiles ni los toros con
frentes blancas, ni los cerdos con la trompa hacia arriba, ni las personas que
sufrieran de hemorroides, porque eran considerados de mal augurio; a excepción
de ellos, todos los demás podían ser sacrificados. Pero no hace falta mucha
sabiduría para darse cuenta de que la inutilidad que estos representaron, fue
lo que verdaderamente los salvó de ser sacrificados. Este es otro ejemplo del
valor que tiene la inutilidad, porque en aquel entonces sólo eran sacrificados
los más inteligentes, los más hermosos, los más aptos.
Y esto mismo sigue sucediendo en la actualidad. En nombre
de la sana competencia son inmolados tanto los que compiten como los que
quieren competir pero son marginados por el mismo sistema competitivo.
No obstante, no significa que procurar la inteligencia, la
belleza y la capacidad sean un obstáculo para la realización no-competitiva del
individuo. Nada de eso, lo que está queriendo decir Lao Tse, es que una
sociedad madura y sensible debería detenerse a contemplar diariamente el
sentido profundo de las cosas más simples, y no sólo encandilarse por la
superficialidad de las cosas excesivamente elaboradas.
Estar más receptivo a las cosas simples de la vida salvará
a la humanidad de su propio caos, este caos que se desencadena a partir de la
desmedida ambición de querer más y más y más. La moderación es el fundamento de
la satisfacción.
En síntesis, no hay que creer que los sacrificios
pertenecen al pasado. En la actualidad, muchos somos sacrificados en el altar
del consumismo desenfrenado. El competir y anhelar el reconocimiento social, el
pretender descollar por la inteligencia y el esmerarse por la adquisición de
valores tanto materiales como morales o espirituales, también son parte de un
consumismo letal generado por la idea de utilidad.
Nadie va a tomarnos un
examen el día en que desencarnemos y pasemos a otra dimensión, nadie va a
querer constatar cuán útiles hemos sido en la vida, no hay ninguna necesidad de
vivir compitiendo; todo lo que hagamos en cuanto a la utilidad será tan sólo
consumir y consumirnos. Lo no-útil no espera resultados, lo no-útil no guarda
ninguna promesa, lo no-útil es profunda relajación.
“Soy un inútil e incapaz que nada entiende, todos creen
ser alguien importante, yo no soy nadie.”
¿Qué ha sucedido con Lao Tse al hacer esta revelación, y
qué está queriendo significarnos con esta declaración de su propia persona?
Pero, ¡qué deprimente es sentirse un inútil e inservible!
Muchos hacen terapia durante años para resolver este conflicto, y otros no
hacen terapia porque encontraron el modo de no reconocer tal inutilidad, aunque
les pese en su inconsciente. Pero, paradójicamente, Lao Tse ha observado en la
no-utilidad un principio fundamental.
Aquello a lo que le tememos, aquello de lo que escapamos,
para Lao Tse es fundamental y esencial. Este principio es: reconocer nuestra
verdadera naturaleza y seguirla, sin que medie ningún tipo de dirección ajena a
uno mismo.
Así que con Lao Tse no se necesita ni hacer terapia ni
esconder lo que no nos gusta de nosotros mismos, porque él verá en lo que
somos, en nuestra no-utilidad, la verdadera utilidad. El sólo volvernos
consciente de nuestras maneras será suficiente. Y él no está diciéndonos que
debamos cambiar o ser inútiles; de ningún modo, él dice que no importa la
opinión del mundo, que cada uno siga su propio camino, más allá de la crítica o
del reconocimiento.
Para entender este mensaje de Lao Tse hay que hablar en
términos de ¨útil y no-útil¨ y comprender la enseñanza que proviene al
profundizar los dos conceptos. Vamos a dejar de lado la palabra inutilidad,
porque si son sopesadas las leyes de la vida, descubriremos que nada existe que
pueda considerarse como inútil o inservible. Aun la equivocación, aun el error,
también ellos son grandes maestros.
Muchos de nosotros hemos visto a personas y comprobado en
nosotros mismos que, al pretender afirmar la felicidad, ésta se hace más
escurridiza y menos posible; que cuanto más se intelectualiza la vida ideal
menos son las posibilidades de sentirla y vivirla, porque su naturaleza
esencial sólo es posible desde la espontaneidad. Sin embargo, la filosofía
actual del pensamiento positivo se ha vuelto una mera programación consciente.
Hoy está de moda considerar al ser humano como una máquina y, sobre todo, como
una computadora. Pero no dará resultado, porque nadie soportará por mucho
tiempo la imagen fabricada por la repetición de lindas palabras. Puedes
pasártela diciendo: ¨Estoy muy bien, estoy muy bien¨, pero no estarás
bien si no te relajás y dejás de temer ver las cosas tal cual son.
Resolver las entrañas de tus conflictos puede ser posible a
partir de aceptarlos y verlos cara a cara, sin esquivarlos ni ignorarlos.
Repetir que ¨no hay conflicto¨ mecánicamente, sin duda alguna en algún
momento te parecerá cierto, pero no será tu realización, sino una mera
neuroprogramación, y en ello reside una profunda falencia.
Quien ha saboreado las alturas del Ser comprende esta
profunda falencia. El sabio sabe que la espontaneidad, si es programada, deja
de ser espontaneidad, y la espontaneidad es el medio para conectarse con la
belleza natural de la vida.
Lao Tse nos dice que cuanto más ¨sí¨ se afirme y se
pretenda, más fuerzas contrarias se van a estar desatando; es decir, por tanto
anhelo del sí, se genera el no. Es que al forzar lo que no es, más poderoso se
vuelve lo que es. Rechazar algo, implica que eso mismo se vuelva en contra. La
verdadera transformación proviene de la aceptación de lo que es.
El segundo emperador amarillo Huang Ti (no el mitológico),
había intentado por mucho tiempo evadir el horrible sentimiento que le
provocaban sus actos crueles. El había hecho construir un palacio con miles de
habitaciones para escapar de los espíritus que lo acosaban por las noches. Cada
noche dormía en una habitación diferente para escapar de ellos, pero no daba
resultado porque los espíritus estaban dentro de su mente. Él, por mucho
tiempo, se repitió una y otra vez que se encontraba feliz, que estaba muy bien,
a pesar de sus errores y de los sufrimientos que ocasionaba a los demás. Pero
no dio el resultado que esperaba.
Cuando sufrimos, lo primero que hay que entender es que se
sufre por algo. Nada hay gratuito en esta vida. Tapar el sufrimiento y grabar
sobre él la célebre frase de la felicidad, no es el acto responsable de quien
se ha encaminado por el sendero del autoconocimiento conducente al crecimiento
interior.
Lao Tse dice que con la negación, o mejor dicho, con la
afirmación del ¨no¨, se facilita el camino hacia el ¨sí¨.
Pero si se logra estar más allá del sí y del no,
conoceremos la más imponente tranquilidad. Y al estar en paz, no se necesita
demostrar nada a nadie ni escudriñar o analizar el sentido medular para
interpretar la verdad. Por esta tranquilidad, la propia vida tomará un rumbo
más fluido, más natural, por el camino de la aceptación.
Al no forzar la dirección de las cosas, no se encontrará
obstáculos ni frustración. Aceptarse es la base para ser dichoso como Lao Tse.
Este es el modo de conocer la dicha a la que él se refiere.
Renunciar a toda idea de sobresalir, renunciar a la
erudición, y con ello se terminarán los más graves problemas, dice la Tabla
número veinte
Comer primero el postre y
luego la comida, ¿qué está bien y qué está mal?, no es algo que pueda saberlo
un niño, tampoco un sabio... Aquí se halla la raíz de la plenitud de Lao Tse y
de su gran dicha:
“Yo no tengo nada de eso, pero soy feliz porque sigo el
Tao.”
La aceptación natural de las cosas es una gran virtud, que
conduce a la trascendencia de los valores estipulados, y la inercia resulta
constructiva ante la acción destructiva. Muchos se pierden tras todo lo
inventado y se destruyen gradualmente. El hombre ha descubierto distintas
formas de aniquilar su ser; y algunas de estas formas son: el consumismo
desenfrenado, la necesidad desmedida de tecnología, la dependencia de fármacos,
el fanatismo religioso y la creencia en las normas moralistas, entre otras.
En cambio, la inercia constructiva del Tao, que todo lo
hace sin hacer (por lo que todo sucede sin esfuerzo alguno), mediante la cual
el beneficio ocurre muchas veces sin reconocimiento alguno, te lleva a
contactarte más profundamente con la naturaleza y las leyes de la vida.
Como ya mencioné, Lao
Tse no justifica la inacción ni la inutilidad ni la ignorancia, ni tampoco
encuentra una buena excusa en ellos, porque él hace una clara advertencia para
no caer en el error de confundir no-acción con inacción ni no-utilidad con
inutilidad ni no-conocimiento con ignorancia. Porque tanto la no-acción, la
no-utilidad como el no-conocimiento, son propias de un estado de conciencia,
mientras que la inacción, la inutilidad y la ignorancia, deben ser
reconsideradas a fin de no ser ni afectados ni afectar a nadie.
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