LAO TSE, y su
Visión rebelde de la Vida y del Amor
(Parte
4)
Las 81 Tablas del Tao Te King
“La Iniciación Taoísta”
por Aon - Alejandro Nepote
Tabla Nº 15 “Esencialmente, todos
somos extraños”
En una de estas ochenta y
un tablas de bambúes escritas por Lao Tse (las que reflejan su pensamiento
agudo), precisamente la número quince, describe un tipo de personalidad cuyas
cualidades y características constituyen el más alto vuelo y la más profunda expresión
de la conciencia con que puede identificarse todo ser humano. Pero de ningún
modo la propuesta de Lao Tse es que debamos esforzarnos por conquistar esta
personalidad o alcanzar tales cualidades, sino que, simplemente detalla aquello
que somos en esencia todos los seres humanos, ya sea potencial o
manifiestamente, consciente e inconscientemente.
Para Lao Tse no se trata
de que haya una meta por la que se alcance o se logre esta identificación, sino
que simplemente se trata de darnos cuenta o de no olvidarnos de lo que somos
naturalmente desde siempre.
En la tabla número quince,
Lao Tse describe la naturaleza intrínseca de los seres humanos que son
sumamente sensibles y que tienen la conciencia despierta, como contraste de la
personalidad decadente de los insensibles que tienen dormida dicha conciencia.
Yin y Yang.
Él dice que el tipo de
personalidad abierta, y no cerrada, es aquella que aun conserva la capacidad de
ver en todas las cosas, o al menos en tan sólo una cosa, la sutilidad del
misterio, lo que significa: mantenerse en la profundidad insondable de la
sabiduría que destila el alma humana o llegar a captar el Orden Inteligente
Existencial que hay detrás de cada cosa, de cada ser, de cada momento y de cada
circunstancia... que no es otra cosa que la misma verdad penetrante que
confirma la individualidad única e irrepetible, especial y maravillosa que
somos cada ser humano, cada ser vivo, cada cosa y cada forma manifiesta.
Incluso cada circunstancia, cada instante de vida, por efímero que sea, es
único e irrepetible, lo que a conciencia despierta puede provocar una vivencia
especial y maravillosa.
Tener la vivencia práctica
de esta profundidad infinita que todos los seres humanos mantenemos
potencialmente latente, aunque más no sea una sola vez en la vida, es ser muy
sensible. Y Lao Tse dice sobre estas personas, que han tenido un despertar de
la conciencia.
Y hay que recordar que si
vinimos a la vida y tenemos vida, es para despertar conciencia, porque la
cumbre del universo visible es la vida y la cumbre de la materia es la
Conciencia. Por lo tanto, como seres humanos que somos energética y
materialmente, nuestra mayor vivencia en nuestras existencias son la vida y la
conciencia.
Vivir de acuerdo con esto
es tener una personalidad abierta y, el no aceptarlo, corresponde a una
personalidad cerrada. Otra vez Yin y Yang.
Claro que hay un punto
donde la dualidad desaparece, y ya no hay ni Yin ni Yang, ni blanco ni negro,
ni abierto ni cerrado, ni bueno ni malo, donde surge la unidad de sentir que
todo está integrado naturalmente a su propia naturaleza, ya que en verdad, para
la Existencia no hay diferencias, no hay escalas de valores, nada que sea
superior o inferior, sino que cada parte del todo es un todo de la parte, y por
lo tanto, todo es parte de la Existencia, para la cual todo está bien. Ni más
ni menos que bien. ¿O es posible que la Inteligencia del universo o la de la
vida en todos sus pliegues, desde la energía a los átomos, desde los átomos a
las células, y desde la mente y sentimientos a la conciencia, haya producido
algo mal o erróneo, o haya generado algo de lo cual estar disconforme o algo
que esté equivocado? Aquí desaparece la dualidad, porque no creo que esta
pregunta pueda responderse más que de una sola manera: No, todo es necesario en
la vida, nada está demás, nada sobra, y hasta lo más insignificante tiene su
importancia.
Por otro lado, la
Existencia no está dividida en dos, la Existencia es una sola. No hay una
Existencia correcta y otra incorrecta, pues, ¿Cómo va existir una Existencia de
una manera y una Existencia de otra manera? La Existencia es una sola. Aquí nos
encontramos inevitablemente otra vez ante la unidad.
Claro que si nos referimos
a las expresiones de la Existencia deduciremos que son infinitas las que se manifiestan
desde la dualidad de Yin y Yang, en todos los pares complementarios de la vida,
como ser: el tiempo y el espacio, el nacimiento y la muerte, el despertar la
conciencia o el adormecerla, lo constructivo y lo destructivo, las mentes y
corazones abiertos y los cerrados, como la oscuridad y la luz, el fuego y el
agua, las partículas y las moléculas, hasta la misma unidad que esto
representa, que es la Vida, que es la Existencia, y que aunque se nombre de
miles de maneras, sigue siendo un único Orden Inteligente.
Sin embargo, el mismo
Orden Inteligente es tan Inteligente que tiene la capacidad de ser al mismo
tiempo de lo que es, algo diferente, es decir, que al serlo todo, entonces es
Inteligente y No-Inteligente a la vez, Ordenado y No-Ordenado, y no digo
desinteligente o desordenado desde la percepción humana, que en este caso,
también sería parte del Orden Inteligente de la Existencia como parte de la
vida. Aquí es donde vuelve a aparecer la unidad: cuando se vivencia
conscientemente que así es la vida, y que la vida es una sola aunque haya
infinitas posibilidades dentro de la dualidad en cuanto a la forma de vivirla.
De hecho, hay muchas
interpretaciones diferentes acerca de lo que es la vida, pero la conciencia que
formula dichas interpretaciones y que las vive, es una sola. Las muchas
interpretaciones surgen de la conciencia personal, única en cada individuo,
pero posibilitada a partir de una conciencia cósmica, existencial, que en sí no
está dividida, sino que se trata de una unidad.
Por ejemplo, el ser humano
cambia segundo tras segundo, ya que permanentemente está transformándose aunque
bajo ciertas circunstancias no parezca. Los átomos están mutando, las células
están naciendo y muriendo de a miles de millones cada instante, nuestros huesos
cambian. Nuestros tejidos, nuestros pensamientos y los sentimientos están
cambiando sin cesar, porque nuestra mente está cambiando a igual que cambia
nuestro cuerpo. Pero por sobre este cambio ininterrumpido o anteponiéndose a
él, existe una vivencia muy interna que nos sigue diciendo que somos los mismos
que fuimos una vez, o sea, nos da esa vivencia que no es otra cosa que la
conciencia, y que es la misma que pasa por la niñez, la adolescencia, la
juventud, la adultez y la vejez.
Por lo tanto, a pesar de
ver que nuestras imágenes fotográficas que atestiguan el correr del tiempo de
nuestras vidas, son diferentes unas de otras, sentimos que en lo profundo somos
los mismos. Ni siquiera somos plenamente conscientes diariamente frente al
espejo de nuestros cambios, sino que en las fotografías recién somos totalmente
conscientes, y aún así, algo muy profundo nos dice que la fuente de estos
cambios es una sola, la misma en todo tiempo. Es el complemento de nuestras
transformaciones externas o internas, por lo que sentimos que somos una unidad
indivisible y no fragmentada.
Todos los problemas
psicológicos son causados por la fragmentación, mientras que cuando nos
sentimos una unidad o uno solo, indivisible, hemos encontrado la llave para la
plenitud. Claro que desfragmentar una mente fragmentada no es tan sencillo como
en el caso de la computación desfragmentar el disco rígido de un procesador.
Cuando la memoria de la
persona está fragmentada comienzan a aparecer muchas fisuras, como ser la
censura, la lucha interior, el anhelar superarse para competir y ser normal
como los demás o ser diferente a la generalidad de las personas; también
comienza la marginación auto impuesta por una falsa escala de valores, el
alejamiento de la naturaleza esencial que se encuentra más allá de los
casilleros de la memoria, y que es aquello que somos básicamente desde la misma
concepción. Porque eso que somos esencialmente no depende de la información
externa acumulada, sino de lo que sentimos que somos más allá de toda dualidad:
una unidad.
De la fragmentación a la
desfragmentación, del exterior hacia el interior, porque se vive más
superficialmente que profundamente, estimulados más por el mundo que nos rodea
que por el mundo interno, pues somos cinco sentidos orientados más hacia lo externo
que hacia lo interno.
Y comprender y aceptar que
la conciencia se mueven en estos dos campos, en el de la dualidad y en de la
unidad, alternadamente o simultáneamente, es el despertar de la última
conciencia que pueda vivenciar todo ser humano, posterior a la conciencia de la
dualidad e incluso, a la conciencia de la unidad.
La última conciencia es la
síntesis de la totalidad; y no digo que es la más amplia conciencia para no
caer en una escala de valores, sino que, con última conciencia apunto a una
secuencia progresiva natural expansiva, que integra la unidad y la dualidad en
una nueva síntesis. En este punto no se trata de la dualidad o de la unidad,
sino de una integración con la totalidad que incluye ambos aspectos.
Y este es el significado
de la personalidad abierta en pensamientos, sentimientos, mente y corazón,
sensiblemente despierta a una conciencia expansiva integradora sin principio ni
fin.
Si quizás por el azar o
por la causalidad, por la herencia genética o por excelencia divina, se es
capaz de saborear aunque más no sea por un efímero instante, la amplitud que
resulta de extender la conciencia por los movimientos de la dualidad y de la
unidad sin discriminarlos o catalogarlos, es a lo que Lao Tse llama:
Personalidad Abierta o Conciencia Despierta, y a ellas se refiere en la tabla
número quince que escribió.
Lao Tse menciona algunos
ejemplos para poder distinguirse a sí mismo y distinguir a los demás como
conciencias despiertas y abiertas, y no para definir una clasificación
condicionante o un tipo de rotulación, sino para saber cómo retornar a nuestra
verdadera naturaleza y centrarse en ella. Y dice más o menos así:
“... Estas conciencias
despiertas, sólo pueden ser descriptas relativamente por algunas
características superficiales, porque son tan inmensamente profundas que hace
difícil que sean comprendidas... estas personas son muy cautelosas como quien,
en crudo invierno, atraviesa un puente corroído y debilitado que cuelga sobre
el torrente tumultuoso de un río; son personas muy observadoras como quien
enfrenta el peligro en todas direcciones; son muy delicadas y cuidadosas como
un forastero que se encuentra de visita en tierras desconocidas; son muy
adaptables y ceden como el agua del hielo al derretirse; son naturales como la
madera aun no labrada; son receptivas como los valles rodeados de montañas; y
son misteriosas como las profundidades de las corrientes de aguas turbias.
Y quien haya aclarado
el misterio de dicha profundidad para sí mismo, es porque ha dejado de moverse,
centrándose en la conciencia que aplaca toda turbiedad. Quien haya vivenciado
su propio centro de conciencia en la quietud, comprenderá el auténtico
movimiento de todas las cosas. Y quienes avanzan por este Camino (Tao), no se desbordan
más allá de lo que verdaderamente son, autoreconocidos en el despertar de su
Conciencia; porque quienes se olvidan de lo que esencialmente son, se vuelven
semejante a una vestidura gastada por el uso continuo, con la cual ya es
imposible sentirse renovado.”
De este modo, tan
poéticamente lo observa Lao Tse.
Todo ser humano es un
extraño. El ser humano es potencialmente un extraño y siempre lo será. Y esto
lo saben muy bien todas aquellas personas sensibles que han despertado su
Conciencia.
En lo más profundo, allí
donde vibra muy hondo lo que verdaderamente somos, todos somos extraños.
Extraños en el sentido de
que jamás podremos llegar a conocer definitivamente a una persona, ni siquiera
a aquellos que consideramos los más allegados. Somos extraños por naturaleza, y
aceptarlo sin olvidarse enriquece la capacidad de asombro permanente. Por el
contrario, el creer que conocemos al otro, o, que quien está a nuestro lado
crea que nos conoce, fatalmente es lo que deteriora toda relación.
Dos enamorados, están
enamorados porque todavía se sienten extraños, se saben extraños, ya que la
relación de los enamorados es el producto del encuentro entre dos extraños,
pues, aun tienen mucho por explorarse, mucho que conocerse, mucho por
saborearse y mucho por disfrutarse; pero cuando creen que ya no tienen nada que
conocerse, cuando creen que lo han explorado todo, inconscientemente comienzan
a no encontrar más nada que disfrutar y saborear uno del otro. Aquí es cuando
el enamoramiento sucumbe bajo el peso de lo conocido, de la rutina, de lo
gastado como la vestimenta tan usada de Lao Tse.
Sin embargo, todavía hay
una alternativa posible de recuperación, la única constructiva, porque también
hay otras alternativas como la resignación o la separación, pero éstas son
destructivas en un sentido, ya que no ayudan a comprender las raíces del
conflicto. Por eso digo que sólo existe una sola alternativa constructiva, y
ésta es la de retornar, la de regresar a la fuente de la naturaleza, y
recuperar el sentimiento de lo que verdaderamente somos: Extraños ... y actuar
según la descripción que Lao Tse detalla acerca de las conciencias despiertas.
Porque cuando se reconoce
esta verdad, que es una realidad a pesar de los caprichos humanos por querer
conquistar, dominar, poseer y adueñarse de las personas, se eleva la calidad de
las relaciones. Por lo tanto, el primer paso es perder el miedo a lo
desconocido para aceptar la belleza de ser extraños.
Estos son los pilares de
toda verdadera relación según Lao Tse, cuando se actúa conforme a la cautela
que se precisa para cruzar un río por un puente desconocido y extraño, atentos
y observadores de cada detalle, delicados y cuidadosos como visitantes en un
mundo desconocido y extraño, pero adaptables a eso desconocido como el agua, naturales
como la piedra sin esculpir, receptivos como los valles, y profundos como el
océano desconocido y extraño, tan desconocido como el resultado de querer ver a
través de las corrientes turbias.
Claro que la realidad de
ser extraños puede sostenerse mientras no se caiga en el costumbrismo que
genera la falsa creencia de que conocemos a la otra persona, y que por
conocerla nos pertenece o nos da derecho a manipularla.
Si no se perdiera de vista
la realidad de que somos extraños, se podría evitar un alto porcentaje de
decadencia en las relaciones humanas más íntimas o estrechas.
Por supuesto que al
sentirnos conocidos genera una cierta inercia que se confunde con relajación y
comodidad, no obstante, en el sentimiento de sentirnos extraños se encuentra la
mayor relajación y comodidad; sólo es necesario perder el miedo a la libertad y
no seguir alimentando estériles ataduras.
Que una persona sea
propiedad privada de otra persona en el juego equivocado del amor, es
aberrante, algo que jamás sucede en una relación entre extraños, en la que el
misterio se encuentra a flor de piel, por la cual se considera que el otro es
totalmente libre y no una posesión propia, cuando se tiene conciencia de que
cada ser humano es un alma que pertenece sólo a la Existencia y a la Vida, y
cuando se está consciente de que la profundidad de cada ser único e irrepetible
es insondable.
Ninguna alma nos
pertenece, por más que sean la de nuestros hijos o padres. Y somos extraños aun
siendo hermanos de sangre, porque esencialmente no somos dependientes de los
lazos sanguíneos que tengamos. El alma de la persona que amamos es una extraña
viajera de la vida que transita un efímero instante por la tierra, y pretender
conocerla es negar su infinito horizonte. Por eso, sentirnos extraños es lo más
hermoso que puede sucederle al amor, porque en ese desconocimiento puro, nos
encontramos sensiblemente abiertos a toda la belleza del corazón.
Todo lo que pueda
conocerse de una persona, apenas son algunos tenues reflejos de su alma. El
misterio propio de su esencia es insondable e inagotable.
Somos extraños, y saberlo
es precioso. Vivir de acuerdo con ello, es tener en cuenta la profundidad de
cada momento, y no sólo su relativa superficialidad.
La Vida y la Existencia
también son un misterio, y cuando por razones de insensibilidad o
inconsciencia, dejan de serlo, pierden todo su encanto y hermosura. La Vida y
la Existencia también deberían ser considerados como extraños, pero no porque
haya que imaginárselo, sino porque es la realidad, lisa y llanamente.
Cuando se presupone que
conocemos definitivamente las cosas, comienza a funcionar un mecanismo
psicológico de autodefensa inhibitorio, ya que esta interpretación
distorsionada de la vida es la causa de inevitable decadencia. La autodefensa
inhibitoria se basa en la insensibilidad, y por ésta se escurre sin conciencia
lo hermoso de sentirse vivo.
Finalmente, Lao Tse
recomienda no perder nuestro propio centro de conciencia para no olvidarnos de
que somos extraños en este mundo, y de este modo poder vivenciar cada momento
de nuestra vida como algo nuevo y fresco cada vez, profundizando el misterio
sumergido en cada instante, y así, impregnarnos con las bondades ilimitadas que
nos prodiga incesantemente la Existencia.
Esta es la fórmula de Lao
Tse: no acumularle a la personalidad información conocida, como prendas sobre
prendas que nos condicionan y limitan a una forma cerrada y establecida, sino,
antes bien, mantenernos en el claro anonimato de lo que esencialmente somos y
son los demás, para poder seguir sorprendiéndonos y maravillándonos del
inagotable potencial latente que el universo nos ha obsequiado, y, que acunamos
en nuestro interior.
Sin embargo, el darnos
cuenta de la realidad de que somos extraños puede resultar decepcionante para
aquellos suelen imágenes ilusorias acerca de las personas.
Bernardo le dijo a
Simón: -He estado por más de cuarenta años junto a mi esposa, y gracias a tus
enseñanzas sobre el misterio de la vida, recién ahora me doy cuenta de que es
una perfecta extraña para mi. Hemos sido unos perfectos extraños sin darnos
cuenta de ello. Ahora bien, lo único que necesitaría para confirmar si esto es
realmente aplicable, que le transmitás inmediatamente esta filosofía también a
ella.
-Está bien, pero, cuál
es la razón de tu urgencia –preguntó Simón-.
-Lo que sucede es que
mi esposa es tan dura, que de considerarme un extraño en su vida, no me
permitiría nunca más entrar en casa, y si sucede así, se cumpliría el sueño
anhelado de liberación que he mantenido en todos estos años de distanciamiento,
indiferencia y falta de reconocimiento, por lo que continuamente me dice que
soy un inútil y, siempre recalca que ella es mi ama y señora, y que yo le debo
todo lo que soy.
-No te preocupés. Lo intentaré,
-aseguró Simón-.
Pero al poco tiempo
volvió a encontrarse con Bernardo, y éste, desesperadamente, le dijo: - tu
enseñanza ha resultado justo al revés, no el que yo esperaba. Quería que me
echara de casa para liberarme de su dominio, y ahora no sólo me trata como a un
extraño sino como un empleado. No me deja salir de la casa ni siquiera un
segundo; ha despedido al personal para ahorrar dinero y me exige que sea yo el
portero y el jardinero de la casa, no me permite entrar a mi cuarto y me manda a
dormir al granero.
-Bueno, -dijo Simón-,
no siempre funciona según lo esperado. También la has tratado como a una
empleada durante muchos años exigiéndole ser ama de casa, que te hiciera la
comida todos los días y que te lavara la ropa. Tomalo con calma, porque al
menos ahora no dice que sos un inútil. Lo único que te queda por hacer, es
reconocer de una vez por todas que es tu jefa, y pedirle, aunque más no sea, un
módico sueldo. Tal vez esto vaya a darle a la relación, un toque más excitante.
No hay que olvidarlo:
somos perfectamente extraños.
Según el taoísmo,
institucionalizar los sentimientos humanos, es restarle belleza y profundidad a
estos dones naturales que la vida nos ha obsequiado libre de todo
encasillamiento.
Por ejemplo, estos naturistas
afirman que, si se codifica el sentimiento artístico limitándolo con pautas
rígidas, si se estandariza el sentimiento religioso con meros dogmas, o, si se
alinea el sentimiento amoroso a códigos morales reafirmados y sostenidos
mediante contratos de ley, es inevitable la decadencia y el deterioro de la
verdadera riqueza potencial que atesora todo ser humano. Porque estas son las
maneras sutiles de sometimiento que cercenan la libertad humana, y además, son
las formas directas de recortar el vuelo del alma que aspira a nuevos
horizontes de conciencia en su camino de realización personal.
No obstante, la sabiduría
de los ancianos anacoretas taoístas nos dice que el ser humano, colectivamente,
aun no se siente preparado para vivir en total libertad, y ésta es la razón por
la que el hombre se oprime a sí mismo a causa de su propia creencia en la
sociabilidad reglamentada. Entonces, aquello que debería ser su salvoconducto
al orden social, termina convirtiéndose en la asfixiante mortaja de su
libertad.
Por otro lado, estos
sabios también enseñan que en este período evolutivo de la humanidad, el
sentimiento de libertad total, total, debe ser llevado al ámbito del corazón
para ser vivenciado individualmente. Sólo cuando esto sea posible, recién
entonces se abrirá la puerta de la transformación global para todos los seres
humanos.
Remitámonos a una
tabla del Tao Te Ching, escrito por Lao Tse hace más de 2500 años. Esta es la
Nº 38, que sumando sus dígitos nos da 11, un número maestro.
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