miércoles, 1 de abril de 2020

Tabla Nº 15 - LAO TSE, y su Visión rebelde de la Vida y del Amor (Parte 4)

LAO TSE, y su Visión rebelde de la Vida y del Amor
(Parte 4)
Las 81 Tablas del Tao Te King
“La Iniciación Taoísta”
por Aon - Alejandro Nepote


Tabla Nº 15 “Esencialmente, todos somos extraños”

En una de estas ochenta y un tablas de bambúes escritas por Lao Tse (las que reflejan su pensamiento agudo), precisamente la número quince, describe un tipo de personalidad cuyas cualidades y características constituyen el más alto vuelo y la más profunda expresión de la conciencia con que puede identificarse todo ser humano. Pero de ningún modo la propuesta de Lao Tse es que debamos esforzarnos por conquistar esta personalidad o alcanzar tales cualidades, sino que, simplemente detalla aquello que somos en esencia todos los seres humanos, ya sea potencial o manifiestamente, consciente e inconscientemente.
Para Lao Tse no se trata de que haya una meta por la que se alcance o se logre esta identificación, sino que simplemente se trata de darnos cuenta o de no olvidarnos de lo que somos naturalmente desde siempre.

En la tabla número quince, Lao Tse describe la naturaleza intrínseca de los seres humanos que son sumamente sensibles y que tienen la conciencia despierta, como contraste de la personalidad decadente de los insensibles que tienen dormida dicha conciencia. Yin y Yang.
Él dice que el tipo de personalidad abierta, y no cerrada, es aquella que aun conserva la capacidad de ver en todas las cosas, o al menos en tan sólo una cosa, la sutilidad del misterio, lo que significa: mantenerse en la profundidad insondable de la sabiduría que destila el alma humana o llegar a captar el Orden Inteligente Existencial que hay detrás de cada cosa, de cada ser, de cada momento y de cada circunstancia... que no es otra cosa que la misma verdad penetrante que confirma la individualidad única e irrepetible, especial y maravillosa que somos cada ser humano, cada ser vivo, cada cosa y cada forma manifiesta. Incluso cada circunstancia, cada instante de vida, por efímero que sea, es único e irrepetible, lo que a conciencia despierta puede provocar una vivencia especial y maravillosa.
Tener la vivencia práctica de esta profundidad infinita que todos los seres humanos mantenemos potencialmente latente, aunque más no sea una sola vez en la vida, es ser muy sensible. Y Lao Tse dice sobre estas personas, que han tenido un despertar de la conciencia.

Y hay que recordar que si vinimos a la vida y tenemos vida, es para despertar conciencia, porque la cumbre del universo visible es la vida y la cumbre de la materia es la Conciencia. Por lo tanto, como seres humanos que somos energética y materialmente, nuestra mayor vivencia en nuestras existencias son la vida y la conciencia.
Vivir de acuerdo con esto es tener una personalidad abierta y, el no aceptarlo, corresponde a una personalidad cerrada. Otra vez Yin y Yang.
Claro que hay un punto donde la dualidad desaparece, y ya no hay ni Yin ni Yang, ni blanco ni negro, ni abierto ni cerrado, ni bueno ni malo, donde surge la unidad de sentir que todo está integrado naturalmente a su propia naturaleza, ya que en verdad, para la Existencia no hay diferencias, no hay escalas de valores, nada que sea superior o inferior, sino que cada parte del todo es un todo de la parte, y por lo tanto, todo es parte de la Existencia, para la cual todo está bien. Ni más ni menos que bien. ¿O es posible que la Inteligencia del universo o la de la vida en todos sus pliegues, desde la energía a los átomos, desde los átomos a las células, y desde la mente y sentimientos a la conciencia, haya producido algo mal o erróneo, o haya generado algo de lo cual estar disconforme o algo que esté equivocado? Aquí desaparece la dualidad, porque no creo que esta pregunta pueda responderse más que de una sola manera: No, todo es necesario en la vida, nada está demás, nada sobra, y hasta lo más insignificante tiene su importancia.
Por otro lado, la Existencia no está dividida en dos, la Existencia es una sola. No hay una Existencia correcta y otra incorrecta, pues, ¿Cómo va existir una Existencia de una manera y una Existencia de otra manera? La Existencia es una sola. Aquí nos encontramos inevitablemente otra vez ante la unidad.
Claro que si nos referimos a las expresiones de la Existencia deduciremos que son infinitas las que se manifiestan desde la dualidad de Yin y Yang, en todos los pares complementarios de la vida, como ser: el tiempo y el espacio, el nacimiento y la muerte, el despertar la conciencia o el adormecerla, lo constructivo y lo destructivo, las mentes y corazones abiertos y los cerrados, como la oscuridad y la luz, el fuego y el agua, las partículas y las moléculas, hasta la misma unidad que esto representa, que es la Vida, que es la Existencia, y que aunque se nombre de miles de maneras, sigue siendo un único Orden Inteligente.
Sin embargo, el mismo Orden Inteligente es tan Inteligente que tiene la capacidad de ser al mismo tiempo de lo que es, algo diferente, es decir, que al serlo todo, entonces es Inteligente y No-Inteligente a la vez, Ordenado y No-Ordenado, y no digo desinteligente o desordenado desde la percepción humana, que en este caso, también sería parte del Orden Inteligente de la Existencia como parte de la vida. Aquí es donde vuelve a aparecer la unidad: cuando se vivencia conscientemente que así es la vida, y que la vida es una sola aunque haya infinitas posibilidades dentro de la dualidad en cuanto a la forma de vivirla.
De hecho, hay muchas interpretaciones diferentes acerca de lo que es la vida, pero la conciencia que formula dichas interpretaciones y que las vive, es una sola. Las muchas interpretaciones surgen de la conciencia personal, única en cada individuo, pero posibilitada a partir de una conciencia cósmica, existencial, que en sí no está dividida, sino que se trata de una unidad.

Por ejemplo, el ser humano cambia segundo tras segundo, ya que permanentemente está transformándose aunque bajo ciertas circunstancias no parezca. Los átomos están mutando, las células están naciendo y muriendo de a miles de millones cada instante, nuestros huesos cambian. Nuestros tejidos, nuestros pensamientos y los sentimientos están cambiando sin cesar, porque nuestra mente está cambiando a igual que cambia nuestro cuerpo. Pero por sobre este cambio ininterrumpido o anteponiéndose a él, existe una vivencia muy interna que nos sigue diciendo que somos los mismos que fuimos una vez, o sea, nos da esa vivencia que no es otra cosa que la conciencia, y que es la misma que pasa por la niñez, la adolescencia, la juventud, la adultez y la vejez.
Por lo tanto, a pesar de ver que nuestras imágenes fotográficas que atestiguan el correr del tiempo de nuestras vidas, son diferentes unas de otras, sentimos que en lo profundo somos los mismos. Ni siquiera somos plenamente conscientes diariamente frente al espejo de nuestros cambios, sino que en las fotografías recién somos totalmente conscientes, y aún así, algo muy profundo nos dice que la fuente de estos cambios es una sola, la misma en todo tiempo. Es el complemento de nuestras transformaciones externas o internas, por lo que sentimos que somos una unidad indivisible y no fragmentada.

Todos los problemas psicológicos son causados por la fragmentación, mientras que cuando nos sentimos una unidad o uno solo, indivisible, hemos encontrado la llave para la plenitud. Claro que desfragmentar una mente fragmentada no es tan sencillo como en el caso de la computación desfragmentar el disco rígido de un procesador.
Cuando la memoria de la persona está fragmentada comienzan a aparecer muchas fisuras, como ser la censura, la lucha interior, el anhelar superarse para competir y ser normal como los demás o ser diferente a la generalidad de las personas; también comienza la marginación auto impuesta por una falsa escala de valores, el alejamiento de la naturaleza esencial que se encuentra más allá de los casilleros de la memoria, y que es aquello que somos básicamente desde la misma concepción. Porque eso que somos esencialmente no depende de la información externa acumulada, sino de lo que sentimos que somos más allá de toda dualidad: una unidad.
De la fragmentación a la desfragmentación, del exterior hacia el interior, porque se vive más superficialmente que profundamente, estimulados más por el mundo que nos rodea que por el mundo interno, pues somos cinco sentidos orientados más hacia lo externo que hacia lo interno.
Y comprender y aceptar que la conciencia se mueven en estos dos campos, en el de la dualidad y en de la unidad, alternadamente o simultáneamente, es el despertar de la última conciencia que pueda vivenciar todo ser humano, posterior a la conciencia de la dualidad e incluso, a la conciencia de la unidad.
La última conciencia es la síntesis de la totalidad; y no digo que es la más amplia conciencia para no caer en una escala de valores, sino que, con última conciencia apunto a una secuencia progresiva natural expansiva, que integra la unidad y la dualidad en una nueva síntesis. En este punto no se trata de la dualidad o de la unidad, sino de una integración con la totalidad que incluye ambos aspectos.
Y este es el significado de la personalidad abierta en pensamientos, sentimientos, mente y corazón, sensiblemente despierta a una conciencia expansiva integradora sin principio ni fin.
Si quizás por el azar o por la causalidad, por la herencia genética o por excelencia divina, se es capaz de saborear aunque más no sea por un efímero instante, la amplitud que resulta de extender la conciencia por los movimientos de la dualidad y de la unidad sin discriminarlos o catalogarlos, es a lo que Lao Tse llama: Personalidad Abierta o Conciencia Despierta, y a ellas se refiere en la tabla número quince que escribió.
Lao Tse menciona algunos ejemplos para poder distinguirse a sí mismo y distinguir a los demás como conciencias despiertas y abiertas, y no para definir una clasificación condicionante o un tipo de rotulación, sino para saber cómo retornar a nuestra verdadera naturaleza y centrarse en ella. Y dice más o menos así:
“... Estas conciencias despiertas, sólo pueden ser descriptas relativamente por algunas características superficiales, porque son tan inmensamente profundas que hace difícil que sean comprendidas... estas personas son muy cautelosas como quien, en crudo invierno, atraviesa un puente corroído y debilitado que cuelga sobre el torrente tumultuoso de un río; son personas muy observadoras como quien enfrenta el peligro en todas direcciones; son muy delicadas y cuidadosas como un forastero que se encuentra de visita en tierras desconocidas; son muy adaptables y ceden como el agua del hielo al derretirse; son naturales como la madera aun no labrada; son receptivas como los valles rodeados de montañas; y son misteriosas como las profundidades de las corrientes de aguas turbias.
Y quien haya aclarado el misterio de dicha profundidad para sí mismo, es porque ha dejado de moverse, centrándose en la conciencia que aplaca toda turbiedad. Quien haya vivenciado su propio centro de conciencia en la quietud, comprenderá el auténtico movimiento de todas las cosas. Y quienes avanzan por este Camino (Tao), no se desbordan más allá de lo que verdaderamente son, autoreconocidos en el despertar de su Conciencia; porque quienes se olvidan de lo que esencialmente son, se vuelven semejante a una vestidura gastada por el uso continuo, con la cual ya es imposible sentirse renovado.”

De este modo, tan poéticamente lo observa Lao Tse.
Todo ser humano es un extraño. El ser humano es potencialmente un extraño y siempre lo será. Y esto lo saben muy bien todas aquellas personas sensibles que han despertado su Conciencia.
En lo más profundo, allí donde vibra muy hondo lo que verdaderamente somos, todos somos extraños.
Extraños en el sentido de que jamás podremos llegar a conocer definitivamente a una persona, ni siquiera a aquellos que consideramos los más allegados. Somos extraños por naturaleza, y aceptarlo sin olvidarse enriquece la capacidad de asombro permanente. Por el contrario, el creer que conocemos al otro, o, que quien está a nuestro lado crea que nos conoce, fatalmente es lo que deteriora toda relación.
Dos enamorados, están enamorados porque todavía se sienten extraños, se saben extraños, ya que la relación de los enamorados es el producto del encuentro entre dos extraños, pues, aun tienen mucho por explorarse, mucho que conocerse, mucho por saborearse y mucho por disfrutarse; pero cuando creen que ya no tienen nada que conocerse, cuando creen que lo han explorado todo, inconscientemente comienzan a no encontrar más nada que disfrutar y saborear uno del otro. Aquí es cuando el enamoramiento sucumbe bajo el peso de lo conocido, de la rutina, de lo gastado como la vestimenta tan usada de Lao Tse.

Sin embargo, todavía hay una alternativa posible de recuperación, la única constructiva, porque también hay otras alternativas como la resignación o la separación, pero éstas son destructivas en un sentido, ya que no ayudan a comprender las raíces del conflicto. Por eso digo que sólo existe una sola alternativa constructiva, y ésta es la de retornar, la de regresar a la fuente de la naturaleza, y recuperar el sentimiento de lo que verdaderamente somos: Extraños ... y actuar según la descripción que Lao Tse detalla acerca de las conciencias despiertas.
Porque cuando se reconoce esta verdad, que es una realidad a pesar de los caprichos humanos por querer conquistar, dominar, poseer y adueñarse de las personas, se eleva la calidad de las relaciones. Por lo tanto, el primer paso es perder el miedo a lo desconocido para aceptar la belleza de ser extraños.
Estos son los pilares de toda verdadera relación según Lao Tse, cuando se actúa conforme a la cautela que se precisa para cruzar un río por un puente desconocido y extraño, atentos y observadores de cada detalle, delicados y cuidadosos como visitantes en un mundo desconocido y extraño, pero adaptables a eso desconocido como el agua, naturales como la piedra sin esculpir, receptivos como los valles, y profundos como el océano desconocido y extraño, tan desconocido como el resultado de querer ver a través de las corrientes turbias.

Claro que la realidad de ser extraños puede sostenerse mientras no se caiga en el costumbrismo que genera la falsa creencia de que conocemos a la otra persona, y que por conocerla nos pertenece o nos da derecho a manipularla.
Si no se perdiera de vista la realidad de que somos extraños, se podría evitar un alto porcentaje de decadencia en las relaciones humanas más íntimas o estrechas.
Por supuesto que al sentirnos conocidos genera una cierta inercia que se confunde con relajación y comodidad, no obstante, en el sentimiento de sentirnos extraños se encuentra la mayor relajación y comodidad; sólo es necesario perder el miedo a la libertad y no seguir alimentando estériles ataduras.
Que una persona sea propiedad privada de otra persona en el juego equivocado del amor, es aberrante, algo que jamás sucede en una relación entre extraños, en la que el misterio se encuentra a flor de piel, por la cual se considera que el otro es totalmente libre y no una posesión propia, cuando se tiene conciencia de que cada ser humano es un alma que pertenece sólo a la Existencia y a la Vida, y cuando se está consciente de que la profundidad de cada ser único e irrepetible es insondable.
Ninguna alma nos pertenece, por más que sean la de nuestros hijos o padres. Y somos extraños aun siendo hermanos de sangre, porque esencialmente no somos dependientes de los lazos sanguíneos que tengamos. El alma de la persona que amamos es una extraña viajera de la vida que transita un efímero instante por la tierra, y pretender conocerla es negar su infinito horizonte. Por eso, sentirnos extraños es lo más hermoso que puede sucederle al amor, porque en ese desconocimiento puro, nos encontramos sensiblemente abiertos a toda la belleza del corazón.
Todo lo que pueda conocerse de una persona, apenas son algunos tenues reflejos de su alma. El misterio propio de su esencia es insondable e inagotable.
Somos extraños, y saberlo es precioso. Vivir de acuerdo con ello, es tener en cuenta la profundidad de cada momento, y no sólo su relativa superficialidad.

La Vida y la Existencia también son un misterio, y cuando por razones de insensibilidad o inconsciencia, dejan de serlo, pierden todo su encanto y hermosura. La Vida y la Existencia también deberían ser considerados como extraños, pero no porque haya que imaginárselo, sino porque es la realidad, lisa y llanamente.
Cuando se presupone que conocemos definitivamente las cosas, comienza a funcionar un mecanismo psicológico de autodefensa inhibitorio, ya que esta interpretación distorsionada de la vida es la causa de inevitable decadencia. La autodefensa inhibitoria se basa en la insensibilidad, y por ésta se escurre sin conciencia lo hermoso de sentirse vivo.

Finalmente, Lao Tse recomienda no perder nuestro propio centro de conciencia para no olvidarnos de que somos extraños en este mundo, y de este modo poder vivenciar cada momento de nuestra vida como algo nuevo y fresco cada vez, profundizando el misterio sumergido en cada instante, y así, impregnarnos con las bondades ilimitadas que nos prodiga incesantemente la Existencia.
Esta es la fórmula de Lao Tse: no acumularle a la personalidad información conocida, como prendas sobre prendas que nos condicionan y limitan a una forma cerrada y establecida, sino, antes bien, mantenernos en el claro anonimato de lo que esencialmente somos y son los demás, para poder seguir sorprendiéndonos y maravillándonos del inagotable potencial latente que el universo nos ha obsequiado, y, que acunamos en nuestro interior.

Sin embargo, el darnos cuenta de la realidad de que somos extraños puede resultar decepcionante para aquellos suelen imágenes ilusorias acerca de las personas.
Bernardo le dijo a Simón: -He estado por más de cuarenta años junto a mi esposa, y gracias a tus enseñanzas sobre el misterio de la vida, recién ahora me doy cuenta de que es una perfecta extraña para mi. Hemos sido unos perfectos extraños sin darnos cuenta de ello. Ahora bien, lo único que necesitaría para confirmar si esto es realmente aplicable, que le transmitás inmediatamente esta filosofía también a ella.
-Está bien, pero, cuál es la razón de tu urgencia –preguntó Simón-.
-Lo que sucede es que mi esposa es tan dura, que de considerarme un extraño en su vida, no me permitiría nunca más entrar en casa, y si sucede así, se cumpliría el sueño anhelado de liberación que he mantenido en todos estos años de distanciamiento, indiferencia y falta de reconocimiento, por lo que continuamente me dice que soy un inútil y, siempre recalca que ella es mi ama y señora, y que yo le debo todo lo que soy.
-No te preocupés. Lo intentaré, -aseguró Simón-.
Pero al poco tiempo volvió a encontrarse con Bernardo, y éste, desesperadamente, le dijo: - tu enseñanza ha resultado justo al revés, no el que yo esperaba. Quería que me echara de casa para liberarme de su dominio, y ahora no sólo me trata como a un extraño sino como un empleado. No me deja salir de la casa ni siquiera un segundo; ha despedido al personal para ahorrar dinero y me exige que sea yo el portero y el jardinero de la casa, no me permite entrar a mi cuarto y me manda a dormir al granero.
-Bueno, -dijo Simón-, no siempre funciona según lo esperado. También la has tratado como a una empleada durante muchos años exigiéndole ser ama de casa, que te hiciera la comida todos los días y que te lavara la ropa. Tomalo con calma, porque al menos ahora no dice que sos un inútil. Lo único que te queda por hacer, es reconocer de una vez por todas que es tu jefa, y pedirle, aunque más no sea, un módico sueldo. Tal vez esto vaya a darle a la relación, un toque más excitante.

No hay que olvidarlo: somos perfectamente extraños.



Según el taoísmo, institucionalizar los sentimientos humanos, es restarle belleza y profundidad a estos dones naturales que la vida nos ha obsequiado libre de todo encasillamiento.
Por ejemplo, estos naturistas afirman que, si se codifica el sentimiento artístico limitándolo con pautas rígidas, si se estandariza el sentimiento religioso con meros dogmas, o, si se alinea el sentimiento amoroso a códigos morales reafirmados y sostenidos mediante contratos de ley, es inevitable la decadencia y el deterioro de la verdadera riqueza potencial que atesora todo ser humano. Porque estas son las maneras sutiles de sometimiento que cercenan la libertad humana, y además, son las formas directas de recortar el vuelo del alma que aspira a nuevos horizontes de conciencia en su camino de realización personal.
No obstante, la sabiduría de los ancianos anacoretas taoístas nos dice que el ser humano, colectivamente, aun no se siente preparado para vivir en total libertad, y ésta es la razón por la que el hombre se oprime a sí mismo a causa de su propia creencia en la sociabilidad reglamentada. Entonces, aquello que debería ser su salvoconducto al orden social, termina convirtiéndose en la asfixiante mortaja de su libertad.
Por otro lado, estos sabios también enseñan que en este período evolutivo de la humanidad, el sentimiento de libertad total, total, debe ser llevado al ámbito del corazón para ser vivenciado individualmente. Sólo cuando esto sea posible, recién entonces se abrirá la puerta de la transformación global para todos los seres humanos.
Remitámonos a una tabla del Tao Te Ching, escrito por Lao Tse hace más de 2500 años. Esta es la Nº 38, que sumando sus dígitos nos da 11, un número maestro.



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