sábado, 4 de abril de 2020

Hualin-Chien - 2


S e g u n d a
S e c c i ó n

La Existencia es por sí misma y en sí misma,
ya que Ella es la Esencia que trasciende toda forma.
La Esencia como Existencia,
es aquello que se encuentra antes y después
de cada manifestación expresada y proyectada en el universo.
Esta es la razón del por qué los seres aparecen y desaparecen
en inmensas oleadas de vida, en generaciones evolutivas de Conciencia,
pero la Existencia se mantiene inalterable en su perenne estado de eternidad.
Los universos se forman, crecen, envejecen y se desintegran,
no obstante, la Existencia Esencial permanece infinitamente perdurable.
Porque la Existencia subliminal de la que emana el gran Orden Inteligente
que regula el vastísimo universo macro y microcósmico,
nunca tuvo un nacimiento, y por consiguiente jamás podrá morir.
No tiene principio, no tiene fin.
La Existencia que es la Esencia Trascendente de Todo cuanto existe,
es Inmortal.
Quizás este sea uno de los motivos,
por el cual nada se sabe de la Existencia,
porque Ella es el Misterio de los misterios
en tanto se observe desde la óptica humana
que se encuentra tan limitada por la temporalidad.

No hay justicia humana que pueda aclarar este Misterio Divino,
a no ser por aquella alma que igualmente haya aprendido a reconciliarse
con los imponderables de la vida, y también,
con la aparente soledad que surge de esta máxima incertidumbre humana.
Quien no acepta plenamente que cada uno se encuentra solo ante la Existencia
y que únicamente de uno mismo depende el Despertar de la Conciencia,
no podrá acercarse a la médula del Misterio Divino.
De este modo, si el sabio se entrega sin resistencias a lo inescrutable,
entonces será capaz de fundir su espíritu con la Esencia de todas las cosas.
Y porque la extensión de Tao no tiene límite alguno,
su Naturaleza Esencial se encuentra tanto
enclavada en el gran Misterio Divino insondable de la Existencia,
como dilatada y expresada en cada aspecto visible del Universo,
ya sea plasmada en el espacio sideral, en los ciclos de la vida,
en un átomo, en un haz de luz, en la respiración y hasta en una sonrisa.
Porque en todo momento presente, a cada instante, se encuentra Tao.
Así que, nadie que despierte un poco de sensibilidad verticalizada
podrá sentir la soledad ni aun estando solo.
El Tao es el Misterio Divino,
que no se revela ante la pretensión de ninguna lógica impuesta
sino al corazón que expone un sentimiento amoroso incondicional.

El Gran Tao de la Existencia
reside copiosamente en el núcleo de lo Esencial.
Y el Ser Humano que ha sobre desarrollado
su sensibilidad interior y su intuición,
a las que a su vez ha orientado al ámbito del mundo psíquico y espiritual,
se encuentra más preparado que aquellas personas que sólo obedecen
la física del mundo material y que especulan para su propio interés.
Porque, invariablemente, para acceder a los planos subliminales de
la Existencia es menester centrarse en el núcleo de lo Esencial,
que mediante la autorrevelación interior,
acciona el Despertar de la Conciencia.
Esta es la manera en que se alcanza el estado de trascendencia,
por la cual la mente, los sentimientos, el espíritu, la energía y el psiquismo,
se armonizan en una dimensión de plenitud, colmada de presencia total.
Por el contrario, la ausencia que deriva de la indiferencia e inconsciencia
son los verdaderos enemigos de toda forma de vida elevada.
La Esencia que está en todo, se encuentra en lo más introspectivo del Ser;
asimismo, únicamente desde tal introspección,
el Ser puede contemplar la Esencia de Todo.
Porque desde lo superficial, sólo se distingue lo más burdo de la materia.

El Gran Tao interior es Perfecto en todos los sentidos,
aunque el ser humano en su razonamiento superficial no lo sea;
este Tao Interior es lo más elevado que pueda considerarse,
aunque algunas personas aspiren a lo más bajo;
este Tao Interior es lo único incorruptible, aunque la gente se corrompa;
y este Tao Interior es la vida eterna e inmortal,
aunque el ser humano muera en su forma relativa;
porque este Gran Tao es Existencia, Inteligencia y Conciencia
e integra al alma substancial de todos los seres como parte de su Esencia.

La Naturaleza surge del Tao,
y en mayor o menor proporción ésta puede ser comprendida.
La Vida brota del Tao,
y de alguna manera ésta también puede ser comprendida.
El Ser Esencial se proyecta desde lo inconmensurable de Tao,
y necesariamente debe ser comprendido por todo buscador y caminante.
Pero el Gran Tao, no puede ser comprendido de ninguna manera,
porque no puede ser definido mediante los argumentos
de la comprensión común.
Por tal motivo es que si alguna vez se lo logra observar,
no se lo puede distinguir.
Y si para escucharlo se emplea toda la atención,
no se lo puede oír.
Si se lo confina en algún tipo de encuadre,
no se lo puede retener.
Si se lo toca, no se lo puede palpar.
Si se trata de pensarlo lógicamente, no se lo puede captar.
Y si se lo ignora, no se lo puede dejar de obviar.
Porque cuando el Ser se funde con el Tao, el Ser desaparece.
Entonces, ninguna entidad permanece para confirmarlo.
Nada ni nadie puede enunciarlo.
Ningún ego queda para detallarlo.
Así, la Esencia que se encuentra en todo, es como si no estuviera en nada.
Porque Aquello que existe y no se ve, es invisible;
Aquello que es un son y no puede ser oído, es inaudible;
y Aquello que está manifestado pero carece de forma,
se dice que es incorpóreo.
De este modo, el Tao que es Esencia y Existencia, Inteligencia y Conciencia,
es invisible, inaudible e incorpóreo.
Sin embargo, para aquel practicante y caminante que se haya realizado
en el autoconocimiento vivencial, puede aseverarse que:
aunque es invisible, igual puede ser visto;
aunque no emite sonido alguno, igual puede ser oído;
aunque es incorpóreo igual puede ser palpado;
y aunque no tiene parámetros, igualmente puede ser reconocido.
Y así, y todo,
aunque se encuentra por todos lados,
no es posible alcanzarlo;
pero aun cuando no se lo busque en sitio alguno,
todos los seres seguirán estando inmersos en la infinita presencia del Tao.
Por consiguiente, la clave taoísta extraída entre líneas,
se asienta en que el “Estar”, como un estado de Presencia a Conciencia,
sustituye al “Ser” como condición limitada de identidad.
En este punto,
la aguda percepción extrasensorial que desemboca en la captación psíquica,
es la herramienta más adecuada para establecer un vínculo entre
las capas más rudimentarias del ego y la dimensión sublime de lo Esencial,
donde lo imposible se vuelve posible, y lo etéreo se torna tangible.
Para ello, preciso es agudizar el discernimiento y despertar suma sensibilidad,
para así poder destilar lo verdadero de lo superfluo.
En este sentido vale más el sentimiento personal que la opinión de los demás;
y es mejor una mínima captación propia que las grandes teorías de los otros;
porque lo que ve la propia alma en sintonía con el sendero individual,
no lo pueden entender quienes
andan por diferentes rumbos atravesando diferentes etapas de comprensión.
Cuando el tironeo de distintas direcciones dejan confuso al caminante,
se ve socavada la auténtica naturaleza de lo que Es por lo que no es,
y así se pierde el significado de la inexorable alternancia natural de Tao;
por el contrario, cuando la alternancia es causa de Sabiduría, entonces,
se asimila sin asimilar aquello que se reconoce entre los taoístas como:
la Verdadera Naturaleza Esencial.

Estar sin estar es el modo de superar toda confusión y preocupación.
Ser sin ser es la manera de transformar toda tensión.
Pero vivir sin vivenciar es peor que morir,
semejante a vivir dormido o anestesiado,
como así también, conciencia sin concienciar es la fuente de toda frustración.
No obstante, evolucionar sin progresar, es el modo en que el sabio se ilumina;
aunque desarrollar sin crecer, es la forma en la que el ignorante se extermina.
Disfrutar sin alardear, es la manera de preservar la felicidad.
Pasar desapercibido y entrar en la gran Paz sin vociferarlo
es la conducta taoísta para alcanzar logros verdaderos y a su vez,
sentirse en armonía con lo natural y unido a lo esencial.
El Tao es quien transmite todo esto,
pero nadie más que el Ser Humano sabio lo puede realizar.
El Camino de Trascendencia se encuentra en lo intrascendente.
La Vía del Autoconocimiento, se halla en el desconocimiento.
La Senda de la Iluminación, se localiza en la oscuridad.
El Medio de la Gran Transformación, se descubre en lo intransformable.
La Ruta que desemboca en la máxima culminación del Ser,
es la que no conduce a ningún lado.
Porque nada está fuera del Centro mismo de la Conciencia,
y nada sale, nada entra, nada se aleja ni nada vuelve,
todo se encuentra en su justo lugar en todo tiempo y espacio.

Desde la Existencia o Tao, tomado como la Esencial Unidad,
surgen las dos Polaridades básicas que a su vez originan una tercera potencia.
Se trata en primer lugar de la dimensión o plano psíquico o Cielo, Tien,
al que le sigue la física y química del universo o Tierra, Kun,
y finalmente, la tercera potencia, Jen,
constituyen la estructura bioenergética que
canaliza la Conciencia Expansiva.
Son las Tres Esferas del Ser en su representación microcósmica,
pero también es el Ser en su expresión macrocósmica.
Son los Tres Campos Magnéticos de todo espíritu.
De la misma manera, del Tao Uno, surgen los Cinco Elementos o Wu Hsing
y las Ocho Fuerzas o Pa Kua, el Yin Yang, hasta los Tres Palacios del Ser
conocidos por sus Tres Tesoros, San Pao.
Y aunque todo deriva del Tao,
su Existencia Esencial que es la Unidad indivisible, no deriva de nada,
porque el Tao es por sí mismo y en sí mismo.
El Tao es lo Primero y lo Último.
Todo sale de él, y a él todo retorna.
Y sin embargo, el Tao jamás se llena y nunca se vacía,
porque ya está Vacío y Lleno al mismo tiempo,
y es la Nada y el Todo a la vez.
No tiene medida, nada lo condiciona ni lo define,
no obstante,
tanto los seres orgánicos como las formas inorgánicas del universo entero,
reflejan y evidencia la Esencial Unidad Trascendente del Tao.
Y mientras la dilatada multiplicidad muta permanentemente,
la Existencia Esencial del Tao no cambia jamás.

La Unidad no cambia, la diversidad es la que muta y se transforma.
Así se expresan el Cambio y el No Cambio, I Wu I, del Xing Ming
y de Po Hum, Destino y Libre Albedrío o Alma e Imagen,
también sintetizado como el Cambio del No Cambio.
Estos son dos de los aspectos inherentes al Ser Consciente.
Ya sea que se trate tanto del ser humano,
de todo ser vivo, como del Ser Universal,
porque todos se transforman sólo en su aspecto externo,
mientras que en su aspecto esencial,
reflejan al Tao Esencial nítidamente, sin cambio alguno.
Porque la Existencia o Tao,
que es la Esencia Trascendente de Todo cuanto existe,
es la Fuente única e invariable que nunca cambia,
sobre la que se asienta la multiplicidad de la Vida,
del Universo, de la Naturaleza y de todos los seres.
No obstante, en el proceso del Despertar,
la Visión que amanece gradualmente asemeja a una Transformación Interior.

Quien comprende abarcadoramente y conoce la aplicación
de los Cinco Elementos o Wu Hsing, de las Ocho Fuerzas o Pa Kua,
de las Dos Alternancias Complementarias o Yin Yang Tai Chi,
de las Tres Esferas Psíquicas o San Quan Ch´i, de la Gran Unidad o Tao I,
y acepta en la profundidad de su corazón y conciencia el I Wu I,
o Cambio del No Cambio,
es un Caminante que ha alcanzado la maestría
y que sostiene entre las palmas de sus manos
el secreto de los grandes misterios de la vida inmortal.

Por lo tanto, lo que realmente Es,
se halla en lo interior,
en lo más profundo de la inmensidad del Ser.
De este modo, contactar con esta Fuente Interna,
rescatar el inmenso potencial y nutrirse con lo más hondo y elevado,
Hsin Jen – Hsin Shen, que es Profundo y Elevado, Corazón y Mente,
requiere necesariamente de la gran introspección de la Conciencia,
pero también, de un grado de suma sensibilidad,
de una amplitud mental sin límites,
y de un espíritu sublimizado por encima de las capas de lo físico,
de lo emocional, de lo racional, e incluso, de lo energético.
Para ello es menester un Camino de Trascendencia y una Enseñanza Superior,
pues en ausencia de un rumbo esclarecedor,
las redes de la ilusión terminan socavando el crecimiento interior.
En lo más profundo de uno mismo,
reside el vínculo con lo esencial.
Asimismo, sobre este principio al que se suma el I Wu I,
que señala el antagonismo que desentraña el Cambio conducente
al No Cambio,
se asienta la Conciencia imperturbable del que ha Despertado.
Así, el Ser Humano de honda sabiduría sabe que,
cuando algo se mueve,
es porque algo se encuentra quieto;
y cuando algo está quieto,
es a causa de lo que está en movimiento.
Por eso, quien tiene en claro el Arte de la Quietud en el Movimiento
y del Movimiento en la Quietud,
es sin duda alguna, una verdadera Conciencia Expandida.
Porque asimilar el Vacío que es como el mismo Centro de un Ciclón,
y hacerse Uno con él,
conforma una de las vivencias taoístas de mayor reputación;
ya que alcanzar este estado de vacío y centralización
es la médula del Tao.

De este modo se dice:
Sin abrir la ventana, se puede contemplar la Verdadera Naturaleza,
y sin salir por la puerta se puede recorrer el Universo entero.
Puesto que es la cualidad principal del espacio interior de todos los seres.
Alegóricamente, este espacio es semejante al centro Vacío de la rueda,
que hace que ésta cumpla la función de una rueda;
tanto como el ambiente Vacío conformado entre las paredes,
es lo que hace que sea una verdadera vivienda;
o bien, es el receptáculo Vacío de un cántaro
lo que realmente puede ser llenado.
Del mismo modo, el ser humano que desconoce su propio centro, y,
nada sabe de ese espacio vacío interior,
no es un ser humano completo.
Pues, eso inmaterial es lo verdaderamente Esencial.
Porque el no contenido o el contenido esencial de todo contenedor,
es lo que manifiesta al Tao trascendente.
Por lo tanto, sólo en el profundo y elevado Silencio Interior
palpita la Verdadera Existencia;
sólo en el inescrutable Vacío Interior de cada Ser mora lo Esencial;
y sólo en la total Quietud,
se percibe el vasto movimiento psíquico de la Conciencia de Tao.
Es entonces, sólo a partir de este estadio subliminal
del movimiento y la quietud,
que se suscita una nueva actitud integral.
Y es aquí cuando se percibe en la quietud total,
el incipiente movimiento psíquico de la Existencia Esencial;
y, al mismo tiempo,
es aquí cuando se capta que en la vastedad de tal movimiento,
se enraíza la absoluta Quietud de Tao.
Así, Movimiento y Quietud, no cíclica o alternada,
sino simultánea, es desde la apreciación taoísta
la verdadera conciencia revolucionaria
conocida cómo: Wei Wu Wei "Hacer sin Hacer".
Pues, la Acción sin acto, el movimiento no reactivo, la quietud no inmóvil,
el Estar sin Ser, la expansión estática y el espacio sin tiempo,
constituyen los parámetros el Arte sagrado taoísta
para Concienciar la Conciencia Concienciada.

Con este principio se apunta básicamente, al valor de la no interferencia,
a esa actitud sumamente desapercibida, nada avasallante,
la cual es sinónimo de una acción que parece inacción,
que no deja una huella precisa, como el andar del sabio,
que asemeja al volar de las aves
y que siendo negativa, es positiva, a igual que el transitar del iluminado.

Teniendo en cuenta esto, hay que considerar que,
concebir el Tao en la profundidad del Corazón
es respetar la Vida ante todo,
y es sostener un sentimiento amoroso hacia la Naturaleza entera,
de sumo cuidado y delicadeza hacia toda especie.
Porque Madurar el Tao en la Plenitud del Ser,
es reconocer la unicidad de la auténtica Identidad de toda vida,
considerada como una extensión del Alma Inmortal,
que vincula la multiplicidad con la Unidad Esencial de la Existencia.
Vivir el Tao en la médula substancial, lo cual es Vivir la Existencia,
significa expresar las Virtudes más nobles, o Te,
y enaltecer las cualidades que dignifican a los seres conscientes.
Así, sentir el Tao y ser uno con él,
implica alimentar y desarrollar la conciencia afectuosa
por la Vida misma y por todas sus formas y manifestaciones.
Entender el Tao en su amplio espectro trascendental,
es asombrarse permanentemente de su grandeza en lo básico,
y silenciarse ante su vasto horizonte colmado de Omnipresencia,
de Orden Inteligente y de Esencia Trascendente
que despunta en las pequeñas cosas más insignificantes de la vida.
Tener una mínima simpatía por el Tao,
ya implica volverse más natural
y estar más estrechamente relacionado con la Naturaleza
desde un punto de vista físico, mental y espiritual.
Ser consciente del Tao es estar presente a cada instante,
sabiendo del inmenso potencial que atesora todo ser humano
en la elevación de su alma que puede expresarse mediante la Meditación
conforme a la sensibilidad desarrollada.
Para hablar del Tao hay que estar predispuesto
a aceptar por igual todas las posturas filosóficas, las formas religiosas
y los variados tipos de pensamientos,
como así también, aceptar las diferencias culturales y sociales,
sin discriminación.
Porque en cuanto al Tao, todos ocupan la misma esencialidad;
del mismo modo, socialmente hablando,
todos deberían tener las mismas oportunidades,
no obstante, cada uno debe ser capaz de decidir el modo de vida que desea.
Pero cuando se lleva el Tao en el Corazón, en la Mente y en el Alma,
sólo es posible una sola alternativa, y ésta es:
Vivir conforme a él y de acuerdo con su propio ritmo.
Esto significa aceptar el Vacío detrás de todo lo existente,
y reconocer la plenitud de la Nada que todo lo llena.
Asimismo, es compenetrarse con el Gran Misterio Divino de la Vida,
y comprender que este Misterio es su Esencia misma,
la cual palpita expandiéndose en la Conciencia Despierta.
Vivir el Tao en su propio ritmo existencial,
converge en un Estado de Unidad Trascendente
por el cual ya no tiene cabida la soledad ni aun estando solo,
por el que se desvanece todo sufrimiento aun estando consciente del dolor,
y por el que se resuelve toda traba aun inmerso en el máximo bloqueo.
Porque en este Estado de Unidad Trascendente,
donde se ha madurado el pulso sublime de Tao,
ya no se produce encandilamiento por ninguna luz
y se disipan los temores por toda sombra;
puesto que ya no existe ninguna atracción por lo alto
ni desprecio por lo bajo,
como tampoco se elijen los grises o términos medios
a cambio de los coloridos extremos.

La culminación magnánima de Tao en todo Ser
estriba en estar consciente noche y día,
momento a momento, de la Verdadera Naturaleza Esencial
que late a cada instante, y que puede ser percibida
en el estado despierto y presente de la Conciencia.
Pero ello requiere de la grandeza de una Conciencia sensible y alerta,
y requiere de una Mente y Corazón que no se adormezcan
ni se desvíen distraídamente por las rutas de lo efímero y trivial
para alimentarse de lo insustancial que deteriora el Despertar.
Claro que, la agudeza de dicha Conciencia
deviene del mismo autoconocimiento y de la autorrealización
de la propia Esencia,
que es la Vida, la Existencia y su Misterio incognoscible
que se proyecta en la hondura de todo Ser.
Por lo tanto,
según el Tao del taoísmo,
sólo resta entrar en uno mismo
sin más que profundizar el estado Original
hasta reencontrarse con el Gran Misterio que todo lo revela.
Y así, Retornar a la Fuente, recobrar la Naturalidad Primigenia,
y hacerse uno con la Esencialidad interna que refleja
la Unidad Esencial de la Existencia,
y volver a la Verdadera Naturaleza Interior,
es el inconmensurable Tao del taoísmo.

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