PSICOLOGÍA y ALQUIMIA
“Sólo mediante la indecible paciencia del investigador ha conseguido la nueva ciencia llegar a un conocimiento profundo de la esencia del alma, debiendo agradecerse a la sacrificada tenacidad y perseverancia del médico el logro de ciertos resultados terapéuticos inesperados.”
“El trabajo analítico conduce más temprano o más tarde, inevitablemente, a la confrontación humana entre el yo y el tú y el tú y el yo.”
Carl Gustav Jung
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“Incluso los profanos más incompetentes, creen estar enterados por completo de lo que es la psicología, como si la psique fuera precisamente el campo que disfrutara del más general de los conocimientos. Pero cualquiera que conozca de verdad el alma humana estará de acuerdo conmigo si digo que este campo es el más oscuro y misterioso con que tropieza nuestra experiencia. Jamás se acaba de aprender en este campo.”
“En mi actividad práctica, no transcurre casi ningún día sin que me encuentre con algo nuevo e inesperado. Cierto que mis experiencias no son trivialidades que estén a flor de piel, pero están en una proximidad accesible para cualquier psicoterapeuta que se ocupe de este campo especial.”
Carl Gustav Jung
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nueve categorías
del
proceso analítico
Carl Gustav Jung
En el proceso analítico, o sea, en el enfrentamiento dialéctico entre el consciente y el inconsciente, existe una evolución, un progreso hacia una meta o un fin, cuya naturaleza, difícilmente descifrable, ha acaparado mi atención durante muchos años. En todas las fases posibles de la evolución, los tratamientos psíquicos llegan a un final; pero sin que, al alcanzarle, se tenga la impresión de haber conseguido con él una meta. Las terminaciones temporales, típicas, tienen lugar:
1) después de recibir un buen consejo.
2) después de una confesión más o menos completa, pero, en cualquier caso, suficiente.
3) tras el reconocimiento de un contenido desconocido hasta el momento, pero esencial, cuya conciencia lleva anejo un nuevo impulso vital o de actividad.
4) tras conseguir una nueva adaptación racional a circunstancias ambientales, quizá difíciles o desacostumbradas.
5) tras conseguir desprenderse de la psique infantil después de un largo trabajo.
6) tras la desaparición de síntomas atormentadores.
7) después de producirse un cambio positivo en el destino, como exámenes, noviazgo, matrimonio, separación, cambio de profesión, etc..
8) después del redescubrimiento de pertenecer a una confesión religiosa o después de la conversión.
9) tras comenzar el establecimiento de una filosofía práctica de la vida.
Aunque esta enumeración puede ser susceptible todavía de varias modificaciones y complementos, creo que caracteriza en conjunto las situaciones fundamentales en que el proceso analítico y, respectivamente, psicoterapéutico llegan a un fin provisional y, en ocasiones, también definitivo.
Uno se encuentra, a veces, con estos pacientes al cabo de varios años y se entera entonces de la historia, notable con frecuencia, de sus ulteriores cambios. Tales experiencias han reforzado mi hipótesis de que existe en el alma un proceso, por decirlo así, independiente de las circunstancias exteriores y que busca una meta; y, por otra parte, me han librado de la preocupación de que yo mismo pudiera ser el único causante de un proceso psíquico impropio (y por ello, quizá contrario a la Naturaleza).
C. G. Jung
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Existe otra mala inteligencia, asimismo grave, consistente en atribuir a la psicología la intención de crear una nueva doctrina, pudiera ser que herética. Si a un ciego se le enseña a ver gradualmente, no se puede esperar que descubra al instante con ojos de águila nuevas verdades; se ha de contentar uno con que, en definitiva, vea un poco y pueda comprender hasta cierto punto lo que vea. La psicología se ocupa en el acto de ver y no en la construcción de nuevas verdades religiosas, siendo así que las enseñanzas ya existentes no han sido aún vistas ni comprendidas. Se sabe que en cuestiones religiosas no se puede comprender nada cuando no se ha tenido una experiencia interior.
C. G. Jung
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Los símbolos oníricos del proceso de individuación son imágenes de naturaleza arquetípica que aparecen en los sueños, las cuales describen el proceso de centrado y, respectivamente, la producción de un nuevo centro de la personalidad.
La individualidad no es sólo el punto central sino también el círculo donde se comprenden el consciente y el inconsciente: es el centro de esta totalidad lo mismo que el yo es el centro del consciente.
La posición del inconsciente es complementaria o compensatoria del consciente y, por tanto, inesperadamente «distinta».
C. G. Jung
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Lo inconsciente es un elemento psíquico en cuyo ejercicio sólo podemos introducirnos en apariencia y, además, con gran desventaja para la conciencia. Queda fuera del alcance de todo capricho subjetivo penetrar en un campo de naturaleza que no se puede mejorar ni estropear, ni en los secretos de esta naturaleza, que sólo somos capaces de acechar, pero no de apresar con los dedos.
C. G. Jung
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“La obra alquimista se refiere, en su mayor parte, no sólo a experimentos químicos únicamente, sino también a algo como procesos psíquicos, que son expresados mediante un lenguaje seudoquímico.”
C. G. Jung
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El «Ser» nos es dado únicamente gracias a la existencia psíquica. Pero el consciente abarca sólo una parte de su propio Ser, al ser el producto de una vida psíquica, la cual, como preconsciente, hace posible la adquisición de conciencia.
El consciente es víctima una y otra vez del error de que surge de sí mismo; sin embargo, el conocimiento científico sabe que toda conciencia se basa en condiciones previas inconscientes; por tanto, en una especie de prima materia desconocida a la que los alquimistas atribuían todo lo que se pudiera atribuir poco más o menos al inconsciente.
C. G. Jung
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El estado psicológico de un contenido inconsciente es una realidad potencial (la cual aparece caracterizada por la pareja de contrastes ser-no ser), la unión de los contrastes desempeña un papel decisivo en el proceso alquimista. Por consiguiente, al resultado le corresponde la significación de un símbolo unificador.
C. G. Jung
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“Para el terapeuta,
la enseñanza de la flor de oro proporciona técnicas con el fin
de desarrollar una comprensión más profunda y
una mayor conciencia del potencial humano; también proporciona un medio de
contactar a los pacientes en un nivel de mente
que no se ve afectado por las perturbaciones psíquicas.
Al paciente le proporciona un medio independiente de autoconocimiento,
que está más allá del dominio de la personalidad,
de la opinión y del juicio condicionados.
Utilizada adecuadamente, en el contexto de la
vida contemporánea y no como un culto exótico y
entendido a medias, la práctica de meditación de la flor de oro tiene sin duda
el poder de eliminar la influencia de la compulsión neurótica...
... De hecho, el ejercicio de hacer girar la luz es una vía
tan penetrante de comprensión y trascendencia que es tentador considerar la aplicación de
su teoría y de su práctica en la investigación, para dirigir el tratamiento de
algunas perturbaciones más graves que suele tratar la comunidad psiquiátrica:
estados paralizantes, conocidos hoy día como depresión maniaca, esquizofrenia y
trastornos de personalidad múltiple.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que es completamente ajeno a la enseñanza y
al espíritu del budismo y del taoísmo el sugerir que cualquier idea o práctica pueden considerarse
como una cura para todas las enfermedades, o que cualquier ejercicio espiritual puede
automáticamente aportar la regeneración deseada, con independencia de la mentalidad
y de la actitud del practicante.
En la psicología tradicional de las antiguas escuelas budista y taoístas, ejercicios psicoactivos
como en de la flor de oro formaban parte de programas muy amplios, y no de
pócimas mágicas todopoderosas en sí mismas.”
Thomas Cleary
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